01 diciembre, 2013

GraciaS

Los libros malos ocupan un lugar importante en nuestras vidas, por cuanto mantienen activo el cerebro. Invertimos buen tiempo preguntándonos qué increíble tontería dirá el autor unas páginas más adelante. Pero ojo: como con las películas malas, un libro que sea meramente malo pero no exquisitamente malo es una pérdida de tiempo, mientras que un libro auténticamente atroz es un placer total. Por eso el finado Mickey Spillane es tan memorable: nunca intentó escribir libros adocenados estilo Raymond Chandler, como sí lo hacía un Robert Parker. No, él escribió basura pura. Siento lo mismo por esos libros sobre la “ijada de Telémaco” o la “coraza de los mirmidones” que recuentan relatos famosos desde el punto de vista de un personaje marginal. Mientras más tontos más sabrosos.

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